HISTORIA

UN OFICIO, NO UN PLAN

El Maestro no soñaba con ser famoso. Soñaba con hacer las cosas bien.
Desde joven se dedicó a la cocina, no porque alguien se lo dijera, sino porque ahí encontraba su lugar. Con el tiempo, esa pasión se transformó en oficio, y el oficio en una búsqueda: la de una pizza que fuera simple, sabrosa y sincera. Que no imitara lo de afuera, sino que hablara de lo suyo.

Sin apuros y con mucho ensayo y error, fue dando con la receta. Una masa que fermentara justo en su punto, ingredientes elegidos con cariño y combinaciones que tuvieran sabor a casa. Cuando la tuvo lista, no pensó en venderla.

La compartía en reuniones con amigos, enseñando a prepararla, disfrutando juntos del proceso y el resultado.

Ahí empezó todo.

NACE LA NECESIDAD

La gente se fue entusiasmando. Le pedían pizzas para llevar, para guardar, para compartir en familia. Así nació la idea de congelarlas. No fue un gran plan de negocios. Fue una respuesta sencilla a una necesidad real: comer rico, fácil, sin pagar de más.

Con el tiempo, la demanda superó lo que Domingo podía preparar solo. Las personas no solo querían la pizza: querían tenerla a mano, en su casa, para esos momentos en que compartir algo rico marca la diferencia. Fue entonces cuando entendió que necesitaba ayuda para llegar más lejos, sin perder lo esencial.

LA EXPANSIÓN DEL MAESTRO

Comenzó a golpear puertas. Primero fueron los almacenes de barrio, que entendieron el valor de ofrecer un producto honesto, hecho con cariño. Luego llegaron tiendas especializadas y algunos supermercados que apostaron por algo distinto: una pizza congelada que no parecía de fábrica, sino salida de una cocina real.

Cada nuevo punto de venta fue un paso importante. No fue fácil, ni rápido. Pero con esfuerzo, coherencia y sin abandonar su forma de hacer las cosas, Domingo logró que hoy las pizzas del Maestro estén presentes en más de 50 locales entre Santiago y Viña del Mar.

No hay promesas exageradas, ni slogans vacíos. Solo una certeza: donde esté una pizza del Maestro, hay una mesa que se va a llenar de sabor, de historias y de gente contenta.